Dance, Dance, Dance
La inverosímil desnudez
del ser
“Hago películas para hacer que el tiempo pase”.
Jean-Luc Godard
Imposible que un cuerpo humano se
muestre desnudo totalmente. Aun en la ausencia de ropas, incluso sin vestigio
de maquillaje o afeites especiales, el cuerpo de él, de ella, de aquello, de
nosotros, está impregnado de imágenes latentes, entrañables imágenes que hemos
elegido y que nos han decidido para – Lezama Lima dixit – “tirar la moneda de su suerte a nuestro lado”.
Esto es lo que se baila en Dance,
Dance, Dance (2013), una puesta en escena de Magdalena Leite y Aníbal Conde:
la presencia del cuerpo como un palimpsesto de escrituras visuales.
Registros memorables de la danza en el cine son los detonadores de estas
escrituras que Leite y Conde convocan, a partir de sus cuerpos despojados de
indumentaria, recubiertos de recuerdos, en una ceremonia coreográfica diseñada
para adaptarse a casi cualquier espacio físico y mental. Yo la miré sobre un
escenario, en un lustroso teatro del D.F.; también en una habitación rezumante
de humedad, en el barrio porteño de San Telmo, y en su historial consta que se
ha presentado en varios recintos más de México y el Cono Sur, hacia donde retornará
– después de haber figurado en el Festival Internacional de Danza Contemporánea
de Uruguay -, para ofrecer funciones en el ciclo chileno Danza al Borde.
Nacidos en Uruguay, radicados en México (donde obtuvieron los recursos económicos
para financiar este proyecto), ambos artistas exhiben como pasaportes, en Dance, Dance, Dance, las filias de sus
autobiografías de espectadores, donde se enlistan clásicos de antaño y hogaño:
desde Laurel y Hardy en el Oeste, de
James W. Horne (1937), hasta Entrar al
vacío (2009), de Gaspar Noé, pasando por cimas de la Nouvelle
vague - Bande à part (1964), de
Godard -, y por los enclaves de rupturas diversas – Pulp Fiction (1994), de Quentin Tarantino; y Gotas que caen sobre rocas
calientes (2002), de François Ozon,
por ejemplo -; sin dejar de lado el bien ganado sitio del paradigma (valga la
redundancia) popular – Flashdance (1983),
de Adrian Lyne; Fiebre del sábado por la
noche (1977), de John Badham -, para finalizar, a manera de sello conceptual
y sello mnemotécnico, con referencias al documental El humano perfecto (1967), de Jørgen Leth, que de varias maneras
cifra el tono general de esta creación, con la que Leite y Conde han logrado
revitalizar el panorama de la aún llamada danza contemporánea.
Danza de autor - el concepto acuñado por la crítica argentina Ale Cosin
-, sería un término más apropiado para referirse a este dueto, pues sus
gestores e intérpretes realmente lo han cuidado
(en el sentido del devenir ético que una realidad estética puede adquirir en la
esfera del arte, según Heidegger) con inteligencia y adecuados procedimientos
técnicos, para lograr una pieza compleja (el cuerpo como caja de resonancia de atavismos,
pero también de inspiraciones y alianzas del deseo), que en apariencia es sencilla
(bailar lo ya bailado cinematográficamente), precisa (la pieza se presenta casi
donde sea, es dúctil para su transporte internacional y aparentemente “clara”
para casi cualquier espectador) y susceptible a ser revitalizada por decisión del
propio espectador (a quien se le invita a cotejar la lista de referencias
fílmicas y seguir las “instrucciones para cada baile”, por medio de un blog).
Pero el logro de Dance, Dance,
Dance no sólo se halla en su estupenda dramaturgia, en la que se enlazan
capas y capas de significación que se pueden mirar desde el espejo de la
memoria-cine, memoria sustancial del Homo Videns, sino también en la generosa
entrega energética de Aníbal Conde y Magdalena Leite, quienes, a lo largo de 45
minutos, comprometen la totalidad de su ser a la instauración escénica de lo
que la danza – cine aparte – en realidad es, en su realidad es:
experiencia, comunión, consagración; tiempo inventado.
Relatoría del proyecto: http://cargocollective.com/arrecifedancedancedance/PDF
Fotografías. Fondo: Leo Martins. Cuerpo de la nota: Nicolás Der Agopian.
Fotografías. Fondo: Leo Martins. Cuerpo de la nota: Nicolás Der Agopian.